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jueves, 6 de octubre de 2016

LLANTO DE LAS VIRTUDES...

Al fin, una pulmonía
mató a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por él: ¡din-dan!

Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador.

Dicen que tuvo un serrallo
este señor de Sevilla;
que era diestro
en manejar el caballo
y un maestro
en refrescar manzanilla.

Cuando mermó su riqueza,
era su monomanía
pensar que pensar debía
en asentar la cabeza.

Y asentola
de una manera española,
que fue casarse con una
doncella de gran fortuna;
y repintar sus blasones,
hablar de las tradiciones
de su casa,
escándalos y amoríos
poner tasa,
sordina a sus desvaríos.

Gran pagano,
se hizo hermano
de una santa cofradía;
el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano
¿¡aquel trueno!?,
vestido de nazareno.
Hoy nos dice la campana
que han de llevarse mañana
al buen don Guido, muy serio,
camino del cementerio.

Buen don Guido,
ya eres ido
y para siempre jamás...
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás?

¿Tu amor a los alamares
y a las sedas y a los oros,
y a la sangre de los toros
y al humo de los altares?

Buen don Guido y equipaje,
¡buen viaje!...
El acá
y el allá,
caballero,
se ve en tu rostro marchito,
lo infinito:
cero, cero.

¡Oh las enjutas mejillas,
amarillas,
y los párpados de cera,
y la fina calavera
en la almohada del lecho!
¡Oh fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
sobre el pecho;
metido en tosco sayal,
las yertas manos en cruz,
¡tan formal!
el caballero andaluz.

Lee todo en: Llanto de las virtudes y coplas... - Poemas de Antonio Machado http://www.poemas-del-alma.com/llanto-de-las-virtudes.htm#ixzz4MKiKV8Eq

jueves, 21 de mayo de 2015

ENCUENTROS


PRIMER ENCUENTRO MARISTA DE CREACIÓN LITERARIA




Por Eduardo Robles Uribe
Adaptación de J.M. García


Los jóvenes tomaron la palabra. Cerca de quinientos alumnos de las preparatorias maristas de México Central respondieron a la convocatoria del Encuentro Marista de Creación Literaria. Sus voces expresaron ideas y sentimientos con la pasión, la frescura y la autenticidad  propias de quienes se plantan frente a la vida con una mirada clara y un corazón inconforme, atrevido en su búsqueda de amor e intransigente con la realidad que nos rodea.
Hace casi doscientos años un joven sacerdote escuchó la voz de un joven moribundo que reflejaba las necesidades de muchos como él, sumidos en la ignorancia de su dignidad y su destino. Ser capaz de escuchar lo convirtió en un educador extraordinario, y decidió emprender una obra que es hoy nuestra herencia y nuestra responsabilidad. Sólo podremos continuar su obra sinos disponemos a escuchar lo que dicen los jóvenes.
[...]

Hace falta que el Encuentro se realice plenamente en el compartir los textos y en el acercamiento a las personas que los crearon. Así podremos cumplir  el sentido de la educación en los términos en que la concebía Paulo Freire: "Nadie educa a nadie, nadie se educa solo; nos educamos unos a otros en una complicada red de relaciones interpersonales". Por eso organizamos el encuentro, para hacer posible que nuestros alumnos se redescubrieran en las las voces de los otros, para convocar a nuestros maestros  a que abran sus oídos y su corazón para escuchar palabras que son portadoras de sentimientos, reclamos, proyectos y necesidades, y al escucharlas podamos dar una respuesta.
​[...]

El encuentro Marista de Creación Literaria ha de desembocar así en una nueva convocatoria: a no quedarnos callados; a decir nuestra palabra de vida y esperanza frente a la barbarie, la corrupción y la ambición que han asentado sus reales en nuestro suelo; a construir sentido a través de comunidades que saben decir la verdad y comprometer la vida con ella.

Nuestro Colegio Manuel Concha fue representado por tres alumnos: Melissa Rodríguez, Lili Mejía y Diego Morales. Sus textos ya están impresos en la Antología de Obras que la EDELVIVES tuvo a bien obsequiar tanto a los escritores como a los Maestros que asistieron al Encuentro. 

sábado, 16 de mayo de 2015

NARRATIVA

Sé como un muerto
·:·

Anónimo hindú

Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:
–Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.
El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.

–¿Qué te respondieron los muertos? –preguntó el maestro. 
–Nada dijeron. 
–En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos. El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante: 
–¿Qué te han respondido los muertos? 
–De nuevo nada dijeron –repuso el discípulo. Y el maestro concluyó:
–Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.

viernes, 15 de mayo de 2015

TEXTUALIDADES

IV CONGRESO DE ESCRITORES "J.B. MONTAGNE"
UNIVERSIDAD MARISTA DE MÉXICO

MÉXICO, D.F.
19 de mayo de 2015


Lili Jazmín Mejía Bermúdez
Bachillerato Manuel Concha
4.° semestre de preparatoria
Celaya, Guanajuato, México
El síndrome del vacío
¿Cómo es que una,  teniendo tantas personas a su alrededor que dicen  amarla, llega a  sentir sola?
Ésa era mi pregunta cada noche, a la hora de acostarme y reflexionar sobre mi día, al final me preguntaba eso, y sólo  me respondía: " son tus hormonas".
Pero con el paso del tiempo fui descubriendo qué era lo que realmente sucedía, no eran ni mis ataques de hormonas adolescentes, ni tampoco el hecho de haber tenido un mal día, sino, más bien,  era algo más profundo, algo de preocuparse.
El día que supe lo que realmente pasaba me deprimí tanto que  ni siquiera  tenía el valor de salir de mi habitación, tenía que hallar una solución, no podía seguir diciendo que se me iba a pasar, que sólo era temporal, que eran etapas por las que todos pasaban, porque no, no era así, yo sabía que, si lo dejaba pasar y seguía con mi vida, si así podía llamarle, sería un acto de cobardía y egoísmo contra mi espíritu.
Yo sé que no soy el único ser humano en la tierra al que le pasa, y ¿saben por qué lo sé? Lo sé por el simple hecho de que a la mayor parte de las persona con las que me cruzo, sin  importar  si alguna vez las había visto, caminan con la misma mirada  de felicidad hipócrita y con el alma arrastrando  encadenada a los pies, ¿cómo era posible que las personas se encarcelaran a ellos mismos  y anduvieran por el mundo como si nada pasara dentro de su ser?  Es por eso que yo decidí no ser más una de esas caras pálidas sin remordimiento alguno por su propia vida. Así comenzó todo:
Yo era una persona "normal" con una familia unida, sin ningún tipo de disfuncionalidad o falta de recursos monetarios, con amigos maravillosos y con una persona a mi lado que todos los días me decía te amo, ¿cómo era posible que a mí me llegara el síndrome del vacío? Pues sí, este síndrome como todas las enfermedades, llega sin avisar, sin importar edad o sexo e incluso, se tiene que tratar antes de que sea demasiado tarde.
Yo comencé a tratarlo, unos cuantos años después de que llegó, ¿por qué? Porque como todos los humanos, lo último es la salud, así que nunca me hice el chequeo general, y el día que decides hacerlo y te dicen que tienes algo te cuesta aceptarlo, pero no obstante dejé de ser egoísta conmigo y empecé el tratamiento.
El doctor me dijo que tenía que dejar mi rutina diaria, que descansara y me olvidara de todo el mundo, pero al igual que todos me automediqué, así que decidí meterme a clases de baile, me sentía mejor, pero me sentía cansada y a los dos meses lo dejé, entré a natación, pero me quitaba tiempo y lo dejé.
Poco a poco me fui dando cuenta de la cura para mi enfermedad, pero yo sabía que auto medicarme no  estaba bien.
Visité a mi doctor, pero él se había ido de viaje, así que tomé la decisión de ser mi propio doctor , empecé dejando mi trabajo, platiqué con esa persona especial y le dije que me diera un tiempo, que debía enfocarme en mi enfermedad y decidió alejarse, me dolió, pero extrañamente lo superé en una semana, y ahora sentía que tenía más tiempo para mi así que decidí regresar a mis clases de baile y a nadar, también entre a clases de pintura, y empecé a sentirme muy bien, me volví  yo misma y por alguna extraña razón no añoraba a nadie, sentía que era egoísta pero ,¿en realidad lo era? O simplemente los seres humanos estamos tan acostumbrados a complacer o quedar bien con los demás, que cuando hacemos algo por nosotros mismos nos sentimos egoístas cuando realmente no debería de ser.
Y fue ahí, en ese preciso  momento, cuando me di cuenta que la cura era yo, y no la yo rutinaria, que día a día se levantaba una hora antes para tener el desayuno listo, después bañarse, arreglarse y salir 7 en punto, aquélla que  todo lo hacía con tiempo medido, aquella que nunca podía tomar su café en la casa o tomar 5 minutos más en la ducha, aquella yo que hacía todo tan mecanizado, con horarios y formas para hacer las cosas.
La yo para mi cura era aquélla que hacéa las cosas sin pensarlo tanto, aquélla que se arriesga para obtener logros, aquélla que hace lo que le gusta sin pensar a complacer a los demás  y sobretodo aquélla que sabe que la única persona que la puede hacer feliz es ella misma.

La única cura eres tú, regresa a lo que hace que tu alma baile.


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Diego Gavino Morales Ramírez
Bachillerato Manuel Concha
6.° semestre de preparatoria
Celaya, Guanajuato, México

DEL MAR Y OTRAS HISTORIAS

1
Acapulco es hermoso en esta época del año.
Hace ya algunos días que no sé nada de Martina, y hace ya dos semanas que juramos no volvernos a ver.
            Amo a esa mujer, les juro que la amo; sólo que es tan material, tan posesiva, tan loca; no sé cómo ha logrado estar tanto tiempo sin mí, si siempre se aferra a todo; odio que no me extrañe, odio su hermoso labio inferior tan grueso, odio que no ame y odio amarla, necesitarla, adorarla.
            Ojalá estuviera aquí para volver a enamorarnos con esta hermosa puesta de sol que sólo el pacífico mexicano ofrece.
Hacer el amor cuando el sol se esconde, llevándose consigo nuestros errores, nuestro tonto pasado; dejando entrever la luna entera que, con las estrellas,  quedan como únicas espectadoras de la acción más grande de amor pasional, amor divino. ¡Caray!, cómo la extraño.
Pero por eso estoy en la costa, quiero olvidarla, huir de su recuerdo, lapidar nuestro amor.
2
Es curioso, mi vida familiar ha estado llena de mala suerte y muertes extrañas, aunque si ahora lo ves desde una perspectiva ajena a mi familia, se puede pensar que también son graciosas, mi vida es una tragicomedia; mi bisabuelo murió de un rayo en la cabeza mientras limpiaba las heces de los animales del circo en el que trabajaba; mi abuelo murió arrollado por un camión cervecero, mientras caminaba, borracho, por el centro histórico de la ciudad de México; mi padre murió ante mis ojos cuando yo tenía 15 años, se atragantó en un bufé de todo lo que pueda comer, lo gracioso de su muerte es que el eslogan del restaurante era «atragántese de sabor».
 Mi padre,  un hombre chaparro, y con una calva que se desvanecía rumbo a su frente, decía que yo era su orgullo, y claro, siempre fui el mejor en mis clases y el capitán de fútbol de la selección escolar; creo que le oí decirme más veces que me amaba de lo que se lo decía a mamá; amaba a ese hombre.
A su muerte, me dejó todo a mí, su único hijo, casas, autos y dinero: todo a mí. Por suerte para mí en estos momentos, entre sus propiedades estaba un departamento en Acapulco, a unas 2 cuadras de la playa Caleta y Caletilla; nunca supe de la existencia del inmueble hasta que me dieron a conocer los papeles del testamento; tal vez aquí tenía varios amoríos, tal vez otra familia o tal vez aquí era a donde venía cuando tenía esos largos viajes de "negocios"; no sé, no soy nadie para juzgarlo, ha de haber tenido sus motivos.
Sin embargo,  estoy usando el lugar para hacer lo que yo supongo que él hacía, escapar de la realidad, de la rutina; escapar de lo que él era, de su presente; huir de sus miedos, dejar atrás las frustraciones; dejarnos atrás a nosotros.
 3
Mi padre siempre soñó con ser un galán, como los de telenovela, decía él, nunca estuvo a gusto con lo que era, pero ¿quién sí?
Nunca nadie está satisfecho con su apariencia; la mayoría del tiempo queremos lucir como alguien más, incluso ser alguien más.
            Los estereotipos están matando a esta sociedad.
            Buscando la perfección alcanzamos la imperfección; nadie es perfecto, a menos, claro, esa morena de grandes pechos que se pasea por el borde de la piscina desbordando  sensualidad en  cada paso, pero tal vez ella no quiere ser lo que es, tal vez le gustaría ser más como aquella italiana delgada con grandes ojos verdes y las pecas amotinadas en la nariz que se encuentra en la barra, sí que es hermosa, es el tipo de mujer con la que mi primo Rubén se acostaría; ahora que lo pienso,  yo no tengo un tipo, ni una lista de requisitos a cumplir, el único requisito para que una mujer sea mi "tipo", sólo necesita ser complicada y con ello, complicarme la vida.
Y así era Martina, complicada, inexplicable, enigmática; pasé tanto tiempo con ella y sin embargo se volvió un misterio, un misterio que no logré resolver.
4
Recuerdo que Martina tenía un novio, el amor de su juventud; Román, creo que era el nombre, un tipo afeminado, como todos los adinerados de aquellos tiempos, y que, a pesar del cuidado físico que se otorgaba y sus inclinaciones metrosexuales, era un poco o muy antiestético,  por decirlo de alguna manera; sin embargo, Martina lo amaba, ¿por qué?, no lo sé, así es de extraña, con ella nunca se sabe.
Ayer, recién llegado a Acapulco, y con el estómago gritando por alimento, paré en el primer restaurante que encontré, el hostess muy atento me recibió y me asignó una mesa, un gabinete con sillones ya un poco viejos que se desgastaban con cada desayuno, comida y cena; la mesa estaba algo sucia, restos  de pan y manchas de café sobresalían del color vino que ésta tenía; por fin llegó un mesero, muy joven y con un rostro cansado que demostraba que tal vez hacía más de un turno; ordené unos camarones empanizados y una Victoria, que no tardaron más de 15 minutos en llegar, al darle el primer sorbo a mi cerveza, recordé a Román, el pobre hombre se había suicidado después de que Martina lo dejara, así como si nada, así tan de repente.
Un verano, o tal vez era una primavera, Martina huyó de Román, yo creo que Martina no huía de las personas, huía de sus sentimientos, del compromiso; Román amaneció muerto unas semanas después por una sobredosis, todos los diarios hablaban de eso, sin embargo no recuerdo todo a detalle; Martina no supo de esto sino hasta que regresó de su largo viaje por Europa, daba la impresión de no importarle, como si no lo hubiera conocido, yo no sabía cómo ella podía actuar tan desentendida, tan despreocupada; aunque con el tiempo que estuve junto a ella comencé a comprender que era tan débil como todos, o aún más sensible, sólo que siempre quería dar la impresión de estar bien, no sé a quién quería complacer con esto, pero es enfermo, ¿cómo no sentirte mal por la partida de alguien a quien alguna vez le dijiste que lo amabas?
5
Martina sólo ha amado a una persona, a Martina; aunque a veces me decía que se sentía gorda o se sentía fea, lo hacía como por humildad, en el fondo ella sabía y estaba consciente de lo hermosa que era, y de la belleza inusual de su rostro y cuerpo; siempre la sorprendía viéndose al espejo, acercaba su rostro como para buscarse imperfecciones (las cuales no encontraba) y con una lenta caricia bajaba hacía su pecho, apretaba sus senos uno contra otro como si no estuviera a gusto con su tamaño; sin embargo,  ella también sabía lo perfectos que eran; yo sólo la miraba, ése se había convertido en mi pasatiempo favorito, la admiraba como se admira a la Gioconda en el Louvre, quería recordar cada detalle de ella, y aunque la volviera a ver a la mañana siguiente, no hacía más que extrañarla de noche y respirarla de día, pero a todas horas, amarla.
Recuerdo las primeras noches que dormimos juntos, compramos un pequeño departamento a las afueras de Cuernavaca, ahí donde fuimos felices, ahí donde el tiempo se nos iba y no sabíamos en qué hora vivíamos, lo único que nos importaba era estar cerca, sentirnos, tenernos; nuestras pertenencias eran pocas, un colchón matrimonial en el suelo, justo en el centro de la habitación, una pequeña televisión que su padre le había regalado y mi polaroid que tanto usábamos; la cocina estaba bien, no la usábamos mucho, esos meses nos nutrimos con cereales y frituras, no sé cómo sobrevivimos. Aprendí que Martina era un desastre, no tenía ningún sentido del orden, no sabía lo que era; los platos no se lavaban, la cama no se tendía, pasábamos días con la misma ropa, pero seguía sin importarnos; a mí,  que soy un fanático del orden, que fui criado con el pensamiento de la necesidad de orden para vivir en armonía, ya nada me importaba; en esos días contraje mi enfermedad en las vías urinarias, las cervezas eran mi pan de cada día, a Martina no le gustaba, pero podía beberse una botella de vodka completa en un día; yo vivía fascinado de lo poco que le importaba el mundo, de lo poco que le importaba su salud, ella sólo estaba para vivir el momento; de pronto y sin saber cómo, la que parecía un desastre, se convirtió en mi desastre y con ello me convirtió a mí en un desastre.
6
He terminado con mi cerveza y el calor de Acapulco es cada vez más insoportable, pido otra al mesero, que pálido y con grandes ojeras asiente indicando un "sí", rápidamente estoy saboreando otra cerveza y puedo sentir cómo humedece mis labios, hasta pasar por mi garganta, como un beso, como un beso de aquéllos que te gustan sabiendo que te van a amargar la vida; pronto tomo una servilleta y sacó el bolígrafo que tengo en mi bolsillo, comienzo a dibujar pequeños garabatos sin sentido, tal y como lo hacía Martina, tenía cientos de postits pegados en el cuarto con sus dibujos y sus ideas, que a veces me parecían tontas, pero tontas en el sentido de que me causaban gracia, como su vida, como ella.
            Salí del restaurante, y sentado en una banca de la plazoleta en la que me encontraba, coloqué un cigarrillo entre mis labios y lo encendí, mientras observaba a mi alrededor; siempre fui de ese tipo, de los observadores, de los que les gusta adivinar la historia de las personas, porque cada quien tiene una; por ejemplo: ese gringo con sombrero que lleva una camisa floreada, pienso que es un retirado de la fuerza aérea que pasa sus últimos días en las hermosas costas mexicanas, es divorciado, tiene tres hijos y vive con su perro; claro,  esto siempre fue más divertido hacerlo con Martina pero ahora que estoy por mi cuenta en algo me tengo que distraer.

Me encantaba compartir mis cigarrillos con ella, se veía tremendamente sensual, parecía como de esas películas en las que el protagonista fuma con un estilo incomparable, que no se puede imitar, siempre dejaba su labial rojo impregnado en el filtro del cigarrillo, después con esos mismos labios me besaba, se burlaba al pintarme todo de carmín y la verdad no me podía importar menos.


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Melissa Rodríguez Vázquez
4.° semestre de preparatoria
Bachillerato Manuel Concha
Celaya, Guanajuato, México
CARTA

Querido mío:
Ayer, en nuestro último encuentro, quería decir tanto, que al final no dije nada. Usted ha tomado la decisión de dar un doloroso final a todo lo bello que vivimos. Por eso hoy le escribo, porque así no me verá llorar, ni cortará bruscamente mis palabras.
Para empezar, déjeme decirle que nunca nadie me había enamorado de tal forma.
Usted hacía todo lo que en mis libros se relata: revoltijos en el estómago, me aceleraba el pulso, momentitos de felicidad repentina y el amar casi como un loco.
También, usted me hizo odiarlo y conocer un lado más del amor. Me causó dolores y tantas decepciones. Y me quebró el corazón cuando me comprobó que, siempre, uno quiere más que el otro.
Pero ¡qué va! Todo, hasta lo malo, usted lo ha terminado. Y no lo culpo. Quizá es cierto lo que dice y el amor en verdad se acaba. Quizá nosotros sí somos los indicados, pero en un momento erróneo.
Quizá sí y quizá no.
Sea como sea, quiero pedirle un último favor…
¡Vaya y sea feliz!
Ame, enamore, sueñe y anhele envejecer con alguien más. Encuentre a alguien perfecta ante sus ojos, al amor de su vida y a su alma gemela, haga todo lo que jamás hizo conmigo, olvídese lo que más pueda de mí y quiera tanto como yo lo quise. Pero si después de todo eso, me sigue extrañando, venga y dígame que me necesita, conquísteme y enamóreme de nuevo.
Si por el contrario, olvida hasta mi nombre, le ruego que se vaya y que no vuelva. Que me deje ser feliz y no me vea más, ni por mera casualidad.
Y allí, querido, nos daremos cuenta si el amor realmente puede acabarse, y si sí éramos nosotros o era el momento.
Por eso, le pido de la mejor manera, que se deshaga de este escrito al terminar de leer y acepte la invitación de dejarle el resto a nuestros destinos.
Espero seamos felices y que nunca nadie más me vuelva a destruir como usted lo ha hecho.
Con el corazón destrozado lo llamo por última vez "querido" y me despido oficialmente. 

Hasta nunca, querido.

viernes, 6 de marzo de 2015

COPLAS

COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE

Jorge Manrique
(1440 - 1479)







Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando 
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte 
tan callando;
cuán presto se va el placer, 
cómo, después de acordado, 
da dolor, 
cómo, a nuestro parecer, 
cualquiera tiempo pasado 
fue mejor.

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido 
y acabado, 
si juzgamos sabiamente, 
daremos lo non venido 
por pasado. 
Non se engañe nadie, no, 
pensando que ha de durar 
lo que espera más que duró lo que vio, 
pues que todo ha de pasar 
por tal manera. 

Nuestras vidas son los ríos 
que van a dar a la mar, 
que es el morir, 
allí va los señoríos 
derechos a se acabar 
y consumir; 
allí los ríos caudales, 
allí los otros medianos 
y más chicos; 
allegados son iguales 
los que viven por sus manos
y los ricos. 

Dejo las invocaciones 
de los famosos poetas 
y oradores; 
non curo de sus ficciones 
que traen yerbas secretas 
sus sabores. 
A Aquél sólo me encomiendo, 
a aquél sólo invoco yo 
de verdad, 
que en este mundo viviendo, 
el mundo non conoció 
su deidad. 

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada 
si pesar; 
mas cumple tener buen tino 
para andar esta jornada 
sin errar. 
Partimos cuando nacemos, 
andamos mientras vivimos, 
y llegamos 
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos 
descansamos. 

Este mundo bueno fue 
si bien usásemos de él 
como debemos, 
porque, según nuestra fe, 
es para ganar aquél que atendemos. Y aun aquel Hijo de Dios 
para subirnos al cielo, 
descendió 
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo 
do murió. 

Ved de cuán poco valor 
son las cosas tras que andamos 
y corremos, 
que, en este mundo traidor, 
aun primero que muramos 
las perdemos; 
de ellas deshace la edad, 
de ellas casos desastrados 
que acaecen,
de ellas por su calidad, 
en los más altos estados 
desfallecen. 

Decidme, la hermosura, 
la gentil frescura y tez 
de la cara, 
la color y la blancura,
cuando viene la vejez, 
¿cuál se paran? 
Las mañas y ligereza 
y la fuerza corporal 
de juventud, 
todo se torna graveza 
cuando llega al arrabal 
de senectud. 

Pues la sangre de los godos 
y el linaje y la nobleza 
tan crecida, 
¡por cuántas vías y modos 
se pierde su gran alteza 
en esta vida! 
Unos, por poco valer, 
¡por cuán bajos y abatidos 
que los tienen! 
y otros, por no tener,
con oficios non debidos 
se mantienen. 

Los estados y riquezas, 
que nos dejan a deshora 
¿quién lo duda? 
Non les pidamos firmeza, 
pues son de una señora 
que se muda. 
Que bienes son de Fortuna 
que revuelve con su rueda 
presurosa, 
la cual non puede ser una 
ni estar estable ni queda 
en una cosa. 

Pero digo que acompañen 
y lleguen hasta la huesa 
con su dueño; 
eso no nos engañen, 
pues se va la vida apriesa, 
como sueño. 
Y los delitos de acá 
son, en que nos deleitamos, 
temporales, 
y los tormentos de allá, 
que por ellos esperamos, 
eternales. 

Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada 
que tenemos, 
non son sino corredores, 
y la muerte, la celada 
en que caemos. 
Non mirando nuestro daño, 
corremos a rienda suelta 
sin parar; 
desde que vemos el engaño 
y queremos dar la vuelta 
no hay lugar. 
Si fuere en nuestro poder 
hacer la cara hermosa 
corporal, 
como podemos hacer 
el ama tan gloriosa, 
angelical,
¡qué diligencia tan viva 
tuviéramos toda hora, 
y tan presta, 
en componer la cautiva,
dejándonos la señora 
descompuesta! 

Esos reyes poderosos 
que vemos por escripturas 
ya pasadas, 
con casos tristes, llorosos, 
fueron sus buenas venturas 
trastornadas, 
así que no hay fuerte, 
que a Papas y Emperadores 
y perlados, 
así los trata la Muerte 
como a los pobres pastores 
de ganados. 

Dejemos a los troyanos, 
que sus males non los vimos, 
ni sus glorias; dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos 
sus historias; 
non curemos de saber 
lo de aquel siglo pasado 
qué fue de ello; 
vengamos a lo de ayer, 
que tan bien es olvidado 
como aquello.

¿Qué se hizo el rey don Juan? 
Los infantes de Aragón, 
¿qué se hicieron? 
¿Qué fue de tanto galán?, 
¿qué fue de tanta invención 
como trajeron? 
Las justas y los torneos, 
paramentos, bordaduras 
y cimeras, 
¿fueron sino devaneos? 
¿qué fueron sino verduras 
de las eras? 
¿Qué se hicieron las damas, 
sus tocados, sus vestidos, 
sus olores? 
¿Qué se hicieron las llamas 
de los fuegos encendidos 
de amadores? 
¿Qué se hizo aquel trovar, 
las músicas acordadas 
que tañían? 
¿Qué se hizo aquel danzar 
aquellas ropas chapadas 
que traían? 

Pues el otro, su heredero, 
don Enrique, ¡qué poderes 
alcanzaba! 
¡Cuán blando, cuán falaguero 
el mundo con sus placeres 
se le daba! 
Mas veréis, cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel 
se le mostró; 
habiéndole sido amigo, 
¡cuán poco duró con él 
lo que le dio! 

Las dádivas desmedidas, 
los edificios reales 
llenos de oro, 
las vajillas tan febridas, 
los enriques y reales 
del tesoro; 
los jueces, los caballos 
de sus gentes y atavíos 
tan sobrados, 
¿dónde iremos a buscarlos? 
¿qué fueron sino rocíos 
de los prados? 
Pues su hermano el inocente, 
que en su vida sucesor 
se llamó, 
¡qué corte tan excelente 
tuvo, y cuánto gran señor 
le siguió! 

Mas, como fuese mortal, 
metiole la muerte luego 
en su fragua. 
¡Oh juicio divinal!, 
cuando más ardía el fuego 
echaste agua. 

Pues aquel gran Condestable, 
maestre que conocimos 
tan privado, 
non cumple que de él se hable, 
sino sólo que lo vimos 
degollado. 
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares, 
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros? 
¿qué fueron sino pesares 
al dejar? 
Y los otros dos hermanos, 
maestres tan prosperados
como reyes, 
que a los grandes y medianos 
trajeron tan sojuzgados 
a sus leyes; 
aquella prosperidad 
que tan alta fue subida 
y ensalzada, 
¿qué fue sino claridad 
que estando más encendida 
fue amatada? 

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes 
y barones 
como vimos tan potentes, 
di, Muerte, ¿dó los escondes 
y traspones? 
Y las sus claras hazañas 
 que hicieron en las guerras 
y en las paces, 
cuando tú, cruda, te ensañas 
con tu fuerza las aterras 
y deshaces. 

Las huestes innumerables, 
los pendones, estandartes 
y banderas, 
los castillos impugnables, 
los muros y baluartes 
y barreras, 
la cava honda chapada, 
o cualquier otro reparo, 
¿qué aprovecha? 
Cuando tú vienes airada, 
todo lo pasas de claro 
con tu flecha. 

Aquel de buenos abrigo, 
amado por virtuoso 
de la gente, 
el maestre don Rodrigo 
Manrique, tanto famoso 
y tan valiente; 
sus grandes hechos y claros 
non cumple que los alabe, 
pues los vieron, 
ni los quiero hacer caros, 
pues el mundo todo sabe 
cuáles fueron. 

¡Qué amigo de sus amigos! 
¡Qué señor para criados 
y parientes! 
¡Qué enemigo de enemigos! 
¡Qué maestro de esforzados 
y valientes! 
¡Qué seso para discretos! 
¡Qué gracia para donosos! 
¡Qué razón! 
¡Qué benigno a los sujetos! 
Y a los bravos y dañosos, 
¡qué león! 

En ventura Octaviano, 
Julio César en vencer 
y batallar, 
en la virtud Africano, 
Aníbal en el saber 
y trabajar; 
en la bondad un Trajano, 
Tito en liberalidad 
con alegría, 
en su brazo Aureliano, 
Marco Atilio en la verdad 
que prometá; 

Antonio Pío en clemencia, 
Marco Aurelio en igualdad 
del semblante, 
Adriano en la elocuencia, 
Teodosio en humildad 
y buen talante. 
Aurelio Alexandre fue 
en disciplina y rigor 
de la guerra, 
un Constantino en la fe, 
Camilo en el gran amor 
de su tierra. 

Non dejó grandes tesoros, 
ni alcanzó muchas riquezas 
ni vajillas, 
mas hizo guerra a los moros, 
ganando sus fortalezas 
y sus villas; 
y en las lides que venció, 
muchos moros y caballos 
se perdieron, 
y en este oficio ganó 
las rentas y los vasallos 
que le dieron.

Pues por su hora y estado,
en otros tiempos pasados, 
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado, 
con hermanos y criados 
se sostuvo. 
Después de hechos famosos 
hizo en esta misma guerra 
que hacía, 
hizo tratos tan honrosos 
que le dieron aún más tierra 
que tenía. 

Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó 
en juventud,
con otras nuevas victorias 
ahora las renovó 
en senectud. 
Por su gran habilidad, 
por méritos y ancianía 
bien gastada,
alcanzó la dignidad 
de la gran caballería 
de la Espada. 

Y sus villas y sus tierras 
ocupadas de tiranos 
las halló, 
mas por cercos y por guerras 
y por fuerza de sus manos 
las cobró. 
Pues nuestro rey natural, 
si de las obras que obró
fue servido, 
dígalo el de Portugal 
y en Castilla quien siguió 
su partido. 

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley 
al tablero, 
después de tan bien servida 
la corona de su rey 
verdadero, 
después de tanta hazaña 
a que no puede bastar 
cuenta cierta, 
en la su villa de Ocaña 
vino la muerte a llamar 
a su puerta. 

Diciendo: —Buen caballero, 
dejad el mundo engañoso 
y su halago; 
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso 
en este trago;
y pues de vida y salud
hiciste tan poca cuenta 
por la fama, 
esfuércese la virtud 
para sufrir esta afrenta 
que os llama. 

"Non se os haga tan amarga 
la batalla temerosa 
que esperáis, 
pues otra vida más larga 
de fama tan gloriosa 
acá dejáis; 
aunque esta vida de honor 
tampoco es eternal ni verdadera,
mas, con todo, es muy mejor 
que la otra temporal
perecedera. 

El vivir que es perdurable 
non se gana con estados 
mundanales, 
ni con vida deleitable 
donde moran los pecados 
infernales; 
mas los buenos religiosos gánanlo con oraciones 
y con lloros, 
los caballeros famosos, 
con trabajos y aflicciones contra moros. 

"Y pues vos, claro varón, 
tanta sangre derramaste 
de paganos, 
esperad el galardón 
que en este mundo ganaste 
por las manos: 
y con esta confianza 
y con la fe tan entera 
que tenéis, 
partid con buena esperanza, 
que estotra vida tercera 
ganaréis." 

—"No gastemos tiempo ya 
en esta vida mezquina 
por tal modo, 
que mi voluntad está 
conforme con la divina 
para todo; 
y consiento en mi morir 
con voluntad placentera, 
clara y pura, 
que querer hombre vivir 
cuando Dios quiere que muera,
es locura.

"Tú, que por nuestra maldad, 
tomaste forma servil 
y bajo nombre; 
Tú, que a tu divinidad 
juntaste cosa tan vil 
como es el hombre; 
Tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona, 
non por mis merecimientos, 
mas por tu sola clemencia 
me perdona. 

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos 
conservados, 
cercado de su mujer 
y de sus hijos y hermanos 
y criados,
dio el alma a quien se la dio, 
el cual la ponga en el cielo 
en su gloria, 
y aunque la vida murió, 
dejonos harto consuelo 
su memoria.